En la taciturna penumbra de la madrugada, las agujas del reloj dibujaban círculos lentos en la oscuridad, marcando una hora intempestiva en la que el sueño se negaba a visitarme. Son las dos de la mañana. La casa duerme, pero mis pensamientos están despiertos, inquietos como un pájaro enjaulado. Mi mente, taciturna como un mar en calma, se aferraba a tus palabras, a tu ausencia, a la distancia que nos separaba. Tu silencio, tan profundo como el océano, me sumergió en una ola de incertidumbre.
Sé que la felicidad no se encuentra en las respuestas inmediatas, ni en la ausencia de conflictos. Pero la falta de comunicación, esa niebla que se interpone entre tú y yo, me nubla el alma.
¿Por qué esta necesidad acuciante de comprenderte, de sentirme comprendido? ¿Por qué esta sensación de que nuestras vidas, como dos ríos, corren paralelos sin encontrarse? Anhelo que nuestras aguas se mezclen, que nuestros destinos se entrelacen.
Es importante que entiendas que te respeto, tus tiempos, tus silencios. Pero también quiero que comprendas que mi corazón anhela una conexión más profunda contigo. Recuerdo hace dos días que te escribí y tu silencio fue mi respuesta. Te pregunté cómo estabas, una pregunta sencilla que cargaba con la esperanza de una conexión más profunda. Pero tu silencio, como una niebla espesa, envolvió mis palabras y las disipó en el aire.
Sé que necesitas tu espacio, que valoras tu independencia. Y yo respeto eso. Pero también necesito sentirme cerca, necesito saber que estoy en tus pensamientos. A veces, siento que nuestras conversaciones son como luciérnagas en la noche: brillantes y efímeras, hermosas pero esquivas. Siento que nuestras vidas van por caminos paralelos, que nos rozamos pero no nos encontramos.
Anhelo una relación construida sobre la honestidad y la confianza mutua. "Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él en cuanto a cualquier cosa en que nos condene nuestro corazón, pues Dios es mayor que nuestro corazón, y él sabe todas las cosas". 1 Juan 3:19. Este versículo me recuerda que la verdad, la honestidad y la confianza son fundamentales para cualquier relación auténtica.
Recuerdo cuando me dijiste que te sentías invadida en tu espacio. Tus palabras me hirieron, pero también me hicieron consciente de mi propio apego. Estoy trabajando en ello, tratando de encontrar un equilibrio entre mi necesidad de cercanía y tu deseo de libertad.
Sartre decía que amar es dar libertad. Y aunque a veces me cuesta, estoy aprendiendo a respetar tu espacio. Pero también necesito que sepas que te necesito a mi lado. Necesito tu compañía, tu apoyo, tu honestidad. Además quiero que sepas que necesito sentirme valorado, necesito sentir que mi presencia en tu vida importa. Yo te amo, pero anhelo una reciprocidad en ese amor, un equilibrio en nuestra relación. A veces siento que estoy cargando con el peso de nuestra conexión, que estoy haciendo todo lo posible para mantenerla viva. Y eso, querida, me cansa.
Te necesito, pero no te quiero poseer. Te quiero libre, pero también quiero sentirme conectado contigo. ¿Es mucho pedir? Bueno, pero tal como dijo Benedetti: Que te quede en claro que no te necesito para nada, pero te quiero para todo.
Las conversaciones difíciles son como las tormentas: pueden sacudirnos, pero también nos fortalecen. No temas expresar lo que sientes, aunque duela. La sinceridad es el pilar fundamental de cualquier relación.
Quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre. Que te apoyo en tus decisiones, aunque no las comparta. Y que, por encima de todo, te amo.
Espero que estas palabras lleguen a tu corazón, tal como las escribo con el mío. Necesito tu honestidad, tu sinceridad. Dime cómo te sientes, qué esperas de esta relación.
Espero que estas palabras lleguen a tu corazón y que podamos construir algo hermoso, algo duradero, un futuro donde la comunicación sea nuestra brújula.
Con todo mi cariño
Than
0 comentarios:
Publicar un comentario